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Corrientes anabaptistas Anabaptist Currents: History in Conversation with the Present Carl F. Bowman and Stephen L. Longenecker, eds., Copyright © 1995 Forum for Religious Studies, Bridgewater College, Bridgewater, Virginia, EE.UU. Traducción: Dionisio Byler, 2008, para www.menonitas.org
Si hubiera que redactar un libro para explicar nuestra identidad y comunión como Asociación de Menonitas y Hermanos en Cristo en España (AMyHCE) sería difícil que el resultado fuese más iluminador, profundo y enriquecedor que éste. La palabra «menonitas» viene de uno de los líderes de segunda generación del movimiento anabaptista del siglo XVI. Pero los comienzos de un grupo o de cualquier movimiento en la historia del cristianismo, no explican —no del todo—lo que puede llegar a ser de ese movimiento con el tiempo. Y aquí es necesario reconocer el carácter que imprimió al anabaptismo el movimiento pietista alemán del siglo XVII —de donde vienen denominaciones anabaptistas como la de los Hermanos en Cristo. Especialmente en América, especialmente en el caldo de cultivo de la Pennsylvania colonial, el pietismo acabó influyendo notablemente en todas las formas del anabaptismo, tanto Menonita como Amish, como diversas otras. Algo parecido sucedía hasta cierto punto en Rusia, el otro gran bolso de población menonita en los siglos XVIII-XIX. Allí también los menonitas convivieron con otras denominaciones evangélicas alemanas cuyas raíces se encuentran en el pietismo, dando origen a movimientos como el de los Hermanos Menonitas. Con el paso de los siglos, el grueso de la población anabaptista se desplazaría a Estados Unidos y Canadá. Y de allí, bajo el influjo del potente movimiento misionero evangélico anglosajón, acabaría esparciendo sus semillas en los cinco continentes. Hasta el punto de que hoy la población anabaptista (que incluye Menonitas, Hermanos en Cristo, Amish y otras diversas denominaciones adicionales) se encuentra mayormente en Asia y África, con la América anglosajona y América Latina en segundo lugar… y relegando a Europa —su lugar de origen— a una presencia anecdótica en sus cifras de miembros. Si a partir del siglo XVII el pietismo alemán influyó mucho y aportó mucho al carácter que desarrollaría el anabaptismo posterior, en la segunda mitad del siglo XX casi todas las iglesias cristianas han tenido su «movimiento carismático», del que no se eximieron las iglesias anabaptistas. Aquí en España el influjo de una forma «pentecostal» o «carismática» de vivir la espiritualidad cristiana, ha sido especialmente fuerte en varias de nuestras comunidades. Es demasiado pronto —quizá haya que esperar varias generaciones— para evaluar qué aporta la teología «carismática» o «pentecostal» al anabaptismo histórico. Sin duda, como sucedió con el pietismo alemán, se acabará viendo que ha aportado algunas cosas muy positivas a la vez que traer algunas dificultades para que no acabase sustituyendo —en lugar de enriquecer — allí donde ha calado, el legado teológico anabaptista. El presente libro es precisamente ese tipo de diálogo, ese tipo de toma de conciencia, respecto a la mutua influencia de anabaptismo y pietismo alemán para dar forma a la realidad Menonita y de Hermanos en Cristo (entre otros grupos parecidos) que conocemos hoy día. De lo que no cabe duda —como atestigua el presente libro— es que el legado teológico anabaptista, debidamente enriquecido con el paso de los siglos por su interacción con otras corrientes y otros movimientos, sigue encerrando una forma auténtica y original de cristianismo, cuyos postulados son relativamente sencillos de enunciar:
Ofrezco esta traducción del inglés con mucha ilusión, esperando que resulte tan interesante y enriquecedor para otros lectores como lo ha sido para mí. Se escribió en un lugar y un momento muy particular: Estados Unidos en la última década del siglo XX. Es una conversación de anabaptistas estadounidenses sobre cuestiones que han incidido en su vivencia en aquel país durante más que tres siglos. En la medida que nuestras iglesias en otros países guardan una relación —a veces directa, otras indirecta— con el esfuerzo misionero desplegado por anabaptistas estadounidenses en el transcurso del último siglo, veremos que aunque nuestras formas y expresiones de esta espiritualidad no sean necesariamente las mismas, muchas de sus inquietudes de fondo sí son también nuestras.
Introducción, por los editores Introducción Tomar a partes iguales Iglesia Menonita e Iglesia de los Hermanos [1]. Añadir una buena cantidad de Iglesia de Hermanos [2], Menonitas de la Conferencia General [3], Hermanos en Cristo y Antiguos Bautistas Alemanes. ¿El resultado? Un encuentro ecuménico entre sectarios —donde se puede ser ecuménicos a la manera sectaria y sectarios a la manera ecuménica sin que a nadie se le acuse de lo uno ni de lo otro. Eso es exactamente lo que vivimos en Bridgewater College, el otoño de 1993. Aproximadamente 100 Hermanos y Menonitas se sentaron alrededor de una gran mesa durante tres días para intercambiar ideas sobre: «Anabaptismo: Un legado y sus perspectivas para el siglo XXI». Este libro es el resultado de aquella conversación. Si la empresa suena horrendamente sectaria, podemos asegurar que el congreso contribuyó a un entendimiento ecuménico. «Es imposible hacer algo con los menonitas —nos advirtieron—. Acabarán dominando la toma de decisiones y se llevarán toda la gloria». Que esto sea cierto acerca de los menonitas hace una generación nos parece dudoso; pero en cualquier caso no fue esa nuestra experiencia. Desde el principio, las sesiones de preparación con nuestros colegas menonitas fueron de enorme cooperación. Aunque Bridgewater College [4] hizo formalmente de anfitriona, hubo miembros de la comunidad de Eastern Mennonite [5] (Albert Keim, Gerald Shenk, Steve Dintaman y Calvin Redekop) que trabajaron a una con El Foro para Estudios de la Religión de Bridgewater (Carl Bowman, Steve Longenecker, Emmert Bittinger, Robbie Miller y David Metzler) en la concepción del congreso. El listado de temas y conferenciantes claramente refleja esa conversación entre ambos clanes. Nuestros colegas menonitas no solamente no pretendieron llevarse la gloria, sino que con toda humildad se pusieron a la sombra del patrocinio formal de Bridgewater después de haber invertido mucho en las etapas iniciales de preparación. Si los mitos de los Hermanos acerca de los Menonitas se manifestaron insustanciales, lo mismo podríamos decir sobre sus dudas acerca de los Dunkers [6]. A algunos menonitas les costaba creer que los Hermanos estaban patrocinando un encuentro de estas características. ¿Acaso les importa a los Hermanos el tema del anabaptismo? ¿Se ven a sí mismos como compañeros de los menonitas? ¿Todavía siguen manteniendo en alto el ideal del inconformismo con el mundo a diferencia de las denominaciones protestantes mayoritarias? ¿Asistirán menonitas de renombre y se tomarán seriamente un congreso patrocinado por los Hermanos? Ciertos comentarios jocosos demostraron cierta sorpresa poco disimulada ante la respuesta positiva a cada una de estas preguntas. ¡Tal vez los Hermanos no estaban tan perdidos, al fin y al cabo! Otro primer logro ecuménico: la asistencia estuvo repartida bastante equitativamente entre Hermanos y Menonitas. Varios participantes dijeron que habían asistido con anterioridad a encuentros anunciados como «anabaptistas» pero que eran, en efecto, de Menonitas con una pequeña representación de Hermanos; o de Hermanos con una minúscula presencia Menonita; pero por primera vez asistían a un encuentro que parecía de verdad —en plano de igualdad— tanto de Hermanos como de Menonitas. Esta paridad se consiguió en parte por una cuidada preparación. Pedimos a los ponentes dirigirse a ambas tradiciones, y la representación de presidentes y presentadores también fue más o menos a partes iguales. Ni siquiera exigimos que los Hermanos y los Menonitas entraran por puertas diferentes o se sentaran cada cual en su extremo del salón. Ahora bien, antes de que se nos inscriba en los libros de récords como pioneros del ecumenismo, hemos de confesar que el encuentro fue también descaradamente sectario. Nadie definió términos como Gelassenheit [7] y «Lavamiento de pies»; sencillamente se sobreentendía que cualquier estudiante del anabaptismo medianamente listo, ya lo sabía. Las siglas GC, MC, OGBB, BIC, BRF y muchas más, volaban por todas partes, a un ritmo asombroso [8]. Marpeck, Mack, Bender, Durnbaugh, Hostetler, Nead y otros apellidos, salían flotando desde el atril sin que nadie se inmutara. En esto también existía la complicidad de saberse entre los que no necesitan explicaciones. Quien no conociera esos apellidos tenía cosas más importantes que hacer en un fin de semana, como jugar al golf. Según nuestra memoria, no hubo presente ningún Católico, Anglicano ni Unitario; y puestos al caso, tampoco ningún Bautista del Sur (una omisión asombrosa en el valle del Río Shenendoah —o un logro, según cómo se vea). De manera que aunque el congreso puede que estableció nuevas marcas ecuménicas, lo hizo de una manera deliciosamente sectaria. Fue una conversación entre primos distantes de la familia anabaptista, de esos primos que rara vez pasan tiempo juntos. La estructura lógica del libro es como sigue: Empieza con los temas teológicos de pecado, salvación e interpretación de la Escritura; a continuación, análisis de ritual, simbolismo y lenguaje; y por último se debatió cuestiones de discipulado, membresía, ministerio y evangelización. Cada uno de los once temas se exploran mediante dos ensayos: uno fundamentalmente histórico y otro más contemporáneo (de ahí el subtítulo del libro: La historia en conversación con el presente.) Nos propusimos cierta flexibilidad en cuanto al punto de inflexión entre historia y presente, lo cual reflejan también los autores. Con todo, el primer ensayo de cada par tiende a reflexionar más claramente sobre el legado del pasado, mientras que el segundo tiende a mirar hacia el futuro. Pedimos a los ponentes que trataran con amplitud los diversos grupos anabaptistas, y conseguimos una cobertura marcadamente equilibrada de modelos de Hermanos y de Menonitas. Un análisis más riguroso sería difícil porque exigiría un conocimiento íntimo de ambas tradiciones de la fe. Con todo, este tomo representa un primer paso en esa dirección. Desafortunadamente, algunos de los puntos culminantes del congreso no figuran en el libro. Los himnos, cuya temática fue siempre afín al tema de cada sesión, entre una ponencia y la siguiente, nos brindaron una sensación de comunidad y espiritualidad que tiende a faltar de los congresos profesionales. Dos cultos —una experiencia progresista en la Community Mennonite Church de Harrisonburg y un Love Feast [9] en la Montezuma Church of the Brethren— también supusieron un contraste vivencial entre la tradición y el modernismo. Entre los muchos que contribuyeron a este proyecto, sólo podemos mencionar unos pocos: Wayne F. Geisert y Dale V. Ulrich, ex-presidente y decano de Bridgewater College, no sólo ofrecieron recursos del college sino que asistieron a las sesiones. Phillip C. Stone y Lee M. Yoder, Presidente y Decano para Asuntos Académicos, siguen apoyando vivamente nuestras actividades, incluso la producción del presente libro. Una vez más queremos expresar nuestra gratitud a nuestros colegas en Eastern Mennonite. Desde 1993, nuestra cooperación informal ha florecido en colaboración formal: un congreso patrocinado conjuntamente sobre «El Espíritu Santo y la comunidad reunida» se está preparando para el otoño de 1995. Por último, estamos hondamente agradecidos a nuestro amigo y colega, Emmert Bittinger, a quien tal vez habría que haber hecho figurar como tercer editor de este tomo. Sus esfuerzos incansables para hacer avanzar este proyecto cuando estábamos ambos ocupados con nuestra labor docente y otras actividades, no tiene precio. En todo sentido de la palabra, fue nuestro colaborador a la sombra, una presencia efectiva detrás de las cortinas. Carl Bowman y Steve Longenecker
Stephen C. Ainlay es Profesor de Sociología y Antropología, College of the Holy Cross de Worcester, Massachusetts. Ronald C. Arnett es Profesor y Jefe del Departamento de Comunicaciones, Duquesne University de Pittsburgh, Pennsylvania. Jeff Bach es Profesor Adjunto de Brethren Studies y Director de Estudios de Paz, Bethany Theological Seminary de Richmond, Indiana. Lois Barrett es Secretaria Ejecutiva de Missiones para la General Conference Mennonite Church, con sede en Newton, Kansas. Fred W. Benedict, Presidente de Brethren Encyclopedia, Inc. y director de Old Order Notes, reside en Union City, Ohio. John David Bowman es Director de Satellite Studies, Susquehanna Valley Satellite, Bethany Theological Seminary; y Pastor de Educación Cristiana en la Church of the Brethren de Lancaster, Pennsylvania. Dale W. Brown, Profesor Emérito, Bethany Theological Seminary, reside en Elizabethtown, Pennsylvania, donde enseña en Susquehanna Valley Satellite de Bethany. Donald F. Durnbaugh, Profesor Emérito, Bethany Theological Seminary, es Archivista en Juniata College de Huntington, Pennsylvania. Nadine Pence Frantz, es Profesora Adjunta de Teología, Bethany Theological Seminary de Richmond, Indiana. Donald B. Kraybill es Profesor de Sociología y Director del Centro Young para el Estudio de Grupos Anabaptistas y Pietistas, Elizabethtown College de Elizabethtown, Pennsylvania. Robert R. Miller es Instructor de Religíon y Capellán del Campus, Bridgewater College de Bridgewater, Virginia. Steven M. Nolt es candidato a Ph.D. en la Universidad de Notre Dame de South Bend, Indiana. Dawn Ottoni-Wilhelm es pastora de la Stone Church of the Brethren de Huntington, Pennsylvania. John D. Roth es Profesor Adjunto de Historia, Goshen College de Goshen, Indiana y director de Mennonite Quarterly Review. John L. Ruth, historiador de la Iglesia Menonita y pastor jubilado, reside en Harleysville, Pennsylvania. Gerald Shenk es Profesor Adjunto de Iglesia y Sociedad, Eastern Mennonite Seminary de Harrisonburg, Virginia. Wilbert R. Shenk es Profesor Adjunto de Misiones y Director del Missions Training Center, Associated Mennonite Biblical Seminaries de Elkhart, Indiana. Morris E. Sider es Profesor de Historia y Literatura Inglesa, Messiah College de Grantham, Pennsylvania. Dale R. Stoffer es Profesor Adjunto de Teología Histórica, Ashland Theological Seminary de Ashland, Ohio. Willard Swartley es Profesor de Nuevo Testmento, Associated Mennonite Biblical Seminaries de Elkhart, Indiana. J. Denny Weaver es Profesor de Religión, Bluffton College de Bluffton, Ohio. Virginia Wiles es Profesora Adjunta de Religión, Muhlberg College de Allentown, Pennsylvania.
1. Church of the Brethren. (N. del tr.) 2. Brethren Church. (N. del tr.) 3. Este libro data de antes de la fusión entre la Mennonite Church (Iglesia Menonita) y la General Conference Mennonite Church (Iglesia Menonita de la Conferencia General), que produjo la Mennonite Church USA y la Mennonite Church Canada. (N. del tr.) 4. Afiliado con la Church of the Brethren. (N. del tr.) 5. Eastern Mennonite University. Al igual que Bridgewater College, está en el estado de Virginia. (N. del tr.) 6. Mote inglés con que se conoce a diversos grupos bautistas muy antiguos, de origen alemán; preeminentemente, la Church of the Brethren. (N. del tr.) 7. Un término alemán de espiritualidad anabaptista, que normalmente se deja sin traducir. Viene a significar algo así como entrega o sumisión a Cristo. (N. del tr.) 8. Siglas que identifican diversas estructuras denominacionales en EE.UU. (N. del tr.) |
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