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Convicciones medulares
Algunos elementos que los Menonitas y Hermanos en Cristo en España consideraríamos importantes en una breve descripción de las convicciones cristianas medulares de nuestras iglesias [*]:
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La humanidad no existe por mera casualidad, sino que nuestra existencia (creación) es el resultado de un plan eterno de Dios, quien desea existir en relación eterna de amor y mutualidad con nosotros, comunión que es inseparable de relaciones de amor y mutualidad entre las personas.
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La frustración de este plan en la realidad humana desde la antigüedad, frustración que experimentamos cada día como sufrimiento, maldad y violencia a todos los niveles y muerte, motiva a Dios a tomar la iniciativa como Salvador también cada día, con el fin de restaurar todas las cosas conforme a su voluntad eterna.
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Esta iniciativa salvadora (restauradora) permanente y constante de Dios, se plasmó hace 2.000 años concreta e históricamente en Jesús de Nazaret, el hijo de la judía María, que en sus actitudes, palabras, conducta, relaciones con el prójimo y autoridad sobre la Naturaleza y sobre toda fuerza de maldad, manifestó la plena potencialidad humana (lo que el ser humano puede volver a ser conforme al eterno plan de Dios); y manifestó a la vez la sempiterna gracia y bondad de Dios para con nosotros a pesar de nuestro fracaso histórico y diario.
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Los judíos y los romanos (porque entre ellos concretamente vivió él) actuaron como fieles representantes de la humanidad entera al rechazar a Jesús, manifestando al crucificarle la magnitud de nuestra rebeldía contra el plan eterno de Dios. Jesús aceptó la tortura y muerte con profunda dignidad humana y perfecta resistencia contra la tentación de defenderse mediante fuerza y violencia; y culminó al morir de esa manera su fiel testimonio acerca del camino que agrada a Dios.
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Empezando al tercer día después de su muerte, la pequeña comunidad de sus seguidores fue reiteradamente testigo, durante cuarenta días, de que Jesús volvía a estar vivo entre ellos. Posteriormente, ellos y las generaciones de sus seguidores que se han ido sucediendo siglo tras siglo, seguimos observando innumerables indicios que nos comprueban más allá de toda duda, que Jesús de Nazaret vive hoy. Esta convicción es el fundamento de nuestra esperanza de que nosotros también volveremos a vivir después de muertos.
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Entre los indicios que nos manifiestan la realidad de la resurrección de Jesús, señalamos como de especial importancia la presencia en y entre sus discípulos de lo que llamamos el Espíritu Santo. Es la luz interior, la Presencia viva, dinámica, llena de poder y autoridad divinas, indescriptible aunque inconfundible, que nos guía y día a día nos inspira a seguir a Jesús, vivir como él vivió, rechazar la violencia como él la rechazó y amar a Dios y al prójimo como él amó.
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La salvación (restauración) de cada ser humano conforme al eterno plan de Dios es profundamente personal y a la vez siempre, sin excepciones, crea comunidad. La Iglesia es la comunidad de los seguidores de Jesús, íntimamente conocedores del perdón, la gracia y el favor inmerecido de estar en justa relación con Dios. Es una comunidad de discípulos que se reconocen todavía incompletos en su transformación personal, una comunidad por tanto de apoyo y corrección mutua, de confesión, humilde honestidad, perdón. Es una comunidad que discierne conjuntamente el camino a seguir en medio de un mundo cambiante, donde las normas y costumbres están siempre en flujo. La Iglesia, imperfecta, a veces equivocada, torpe o insensible como cada uno de sus miembros, no es todavía la restauración perfecta de la eterna voluntad de Dios. Pero en su comunión hallamos los recursos necesarios para seguir en comunidad el camino que nos ha trazado Jesús, hasta la culminación eterna y completa de los designios divinos.
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Como el individuo, la comunidad local de la Iglesia está en estrecha relación personal con Dios y a la vez necesita la corrección y la relación fraternal de otras comunidades. La Iglesia es local pero su unidad va más allá de las comunidades locales. La comunión mundial da testimonio de que el evangelio de Jesucristo trasciende toda localidad, cultura, idioma, costumbres, nacionalidad, raza, genero y diferencia social imaginable entre los seres humanos.
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Aprendemos todas estas cosas —y muchas más— en la Biblia, que contiene un fiel registro de las convicciones que inspiraron primero a los hebreos y luego a los primeros cristianos. Estos antiguos escritos dan forma a las convicciones cristianas en cada generación y constantemente obligan a la Iglesia a reevaluar sus ideas, actitudes y conductas en las nuevas circunstancias de cada día para que, supervisada en su labor de discernimiento por el Espíritu Santo y el ejemplo servicial y no violento de Jesús, la Iglesia pueda renovarse constantemente en su fidelidad a la eterna voluntad de Dios.
- Opinamos que lo expresado en estos párrafos es perfectamente compatible con los credos que desde la antigüedad mantienen las diversas iglesias cristianas, aunque consideramos que esos credos resultan incompletos porque no mencionan la necesidad de vivir como Jesús vivió y adoptar su entrega no violenta a favor del prójimo como único estilo de vida propio de los cristianos.
* Adoptado en 2003 como contribución de las iglesias Menonitas y Hermanos en Cristo en España, hacia la elaboración de una Confesión de Fe que pudieran tener en común todas las iglesias que constituyen el Congreso Mundial Menonita. Dicho proyecto sigue en marcha y probablemente llevará varios años más, dada la necesidad de consulta con cada una de las "conferencias" constitutivas del Congreso Mundial Menonita.
© 2003 AMyHCE (Asociación de Menonitas y Hermanos en Cristo en España)
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