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Schipani, "Acompañamiento en casos de adicciones y..." Manual de Psicología pastoral © 2016 Daniel S. Schipani
Foco En el capítulo 5—«Salud Mental y Salud Espiritual»—aludimos a la estrecha relación que existe entre las palabras y los conceptos «salud», «sanidad», y «santidad». En el Antiguo Testamento la palabra sanar (y variaciones de la misma) aparece más de setenta veces, y cerca de ochenta en el Nuevo Testamento. Pero lo más importante a tener en cuenta es el lugar prominente que tiene en la Biblia la acción sanadora de Dios, de Jesús, y del Espíritu Santo. Éxodo 15:26 expresa el deseo divino de mantener un pacto con Israel e identifica a Dios mismo como sanador. Por su parte, el texto seleccionado de Jeremías correlaciona la declaración del poder y la voluntad sanadora de Dios con la necesidad humana de salud y salvación [1]. El libro de los Salmos a su vez ilustra una gran cantidad de peticiones de sanidad (por ejemplo, 6:2, 41:4) y de acción de gracias por ella (30:2, 41:3). Ahora bien, en el mismo capítulo 17 de Jeremías hay una advertencia sobre el peligro de confiar en otros seres humanos en lugar de Dios, tal como el caso del rey Asá, quien en su enfermedad no buscó a Yavé sino a los médicos [2]. A pesar de la tensión aparente entre confiar en Dios o confiar en otros humanos, los rabinos supieron reconocer desde muy antiguo que los médicos pueden cumplir una función muy importante en el cuidado y la recuperación de la salud, aunque siempre en colaboración con la obra divina [3]. La mejor evidencia la encontramos en el libro de Eclesiástico, o Sabiduría de Ben Sirá, considerado apócrifo [4]. Son sin duda valiosas las afirmaciones que aparecen en tal documento en la cita siguiente [5]:
Los cuatro evangelios registran el carácter pleno o integral del ministerio de Jesús, cuyo mensaje se centra en la dádiva y la promesa del Reino de Dios. Tal ministerio incluye la sanidad de cuerpo, alma, y espíritu, así como también la sanidad de relaciones humanas y de grupos y estructuras sociales. La razón es que el evangelio del Reino abarca toda la vida en este mundo y en este tiempo. Es por eso que oramos, «Venga tu reino. Hágase tu voluntad en la tierra…» Y es por eso que se nos ha comisionado a participar de ese ministerio integral con la orientación y el poder del mismo Espíritu de Dios. Con tal inspiración en mente abordaremos en este capítulo el desafío de acompañar a quienes sufren debido a ciertas dolencias específicas y necesitan sanidad. Nuestros objetivos son:
EXPLORACIÓN Esta sección es mayormente descriptiva y explicativa de las principales disfunciones o desórdenes que se llaman adicciones y trastornos mentales. Comienza con la consideración de cinco clases de adicciones: alcoholismo y drogadicción, es decir las dos que asociamos con dependencia química junto con la dependencia psicológica. Después trataremos la adicción a la tecnología electrónica y a la pornografía en particular y, por último, la adicción a los juegos de azar. Seguidamente enfocaremos algunos desórdenes mentales que requieren atención médica especializada, incluyendo la de tipo psiquiátrico: ansiedad extrema, depresión, trastorno bi-polar, demencia, y trastornos asociados con la alimentación. En todos los casos nos interesa describir y analizar estas formas especiales de patología con el fin de ampliar nuestra comprensión de las mismas. Alcoholismo El alcoholismo es un trastorno crónico y progresivo que consiste en una dependencia del alcohol tanto física como psicológica. Las personas que padecen alcoholismo («alcohólicas») siempre muestran patrones de uso del alcohol excesivo o incontrolable [8]. Tal consumo causa, o contribuye a causar, enfermedades del hígado, problemas gastrointestinales o cardiovasculares, complicaciones relacionadas con diabetes, y otros trastornos médicos. El consumo excesivo de bebidas alcohólicas es especialmente dañino en combinación con otras drogas, ya sean legales o ilegales. En términos de perjuicio físico, familiar y social, y propiedades adictivas, las bebidas alcohólicas ocupan un lugar destacado entre las drogas lícitas e ilícitas, incluyendo nicotina, cocaína, barbitúricos, metadona, y heroína. Con mucha frecuencia, el alcoholismo ocurre junto a otros problemas mentales o emocionales, lo cual requiere tratamientos adicionales. Además, el alcoholismo contribuye al abuso doméstico, divorcio, serias dificultades académicas o laborales, y accidentes de todo tipo, especialmente los de tránsito [9]. Es evidente que el uso frecuente de bebidas alcohólicas puede aumentar el riesgo de que se desarrolle el cuadro patológico del alcoholismo. Pero debe tenerse en cuenta, además, que hay varios otros factores importantes que pueden predisponernos al alcoholismo, tales como los siguientes:
El problema del alcoholismo en la adolescencia y juventud es un reto muy importante para la familia y la sociedad debido a por lo menos cuatro razones:
Para identificar la condición de alcoholismo puede utilizarse una lista de indicadores como la que se presenta a continuación. Alguien puede padecer tal condición si uno o más de tales indicadores se aplican en su caso:
Drogadicción La adicción a drogas ocurre cuando la persona se vuelve química y psicológicamente dependiente del uso continuo de drogas [10]. El potencial adictivo de las drogas varía según sean las sustancias de aquéllas y los factores de riesgo que afectan especialmente a la persona que las consume. Dependiendo de la calidad de la droga y de los factores personales, las adicciones se pueden desarrollar más o menos rápidamente. Hay tres categorías principales en cuanto al uso de drogas:
La drogadicción es una enfermedad que incluye cambios en la estructura y la función del cerebro. Con el paso del tiempo, los cambios pueden afectar el sentido de autocontrol, la memoria, el aprendizaje, y la habilidad de hacer decisiones saludables. Las drogas interfieren con la manera como las células nerviosas normalmente envían, reciben, y procesan información. La gran mayoría de las drogas que se consumen afectan el sistema de refuerzo positivo del cerebro al inundar el circuito con dopamina. La dopamina es un neurotransmisor en regiones del cerebro que controlan el movimiento, la emoción, la motivación, y los sentimientos de placer. Esa sobre-estimulación del sistema induce a la persona a repetir el uso de las drogas. Cuanto mayor sea el número de los factores de riesgo presentes en una persona dada, mayor es la posibilidad de que el consumo de drogas la lleve a la dependencia y la adicción. En términos generales, las muchachas y las mujeres jóvenes parecen ser más vulnerables al abuso de drogas y a la drogadicción como tal que los muchachos y los hombres jóvenes; las mujeres tienden a volverse adictas más rápidamente que los hombres. En todos los casos, los principales factores de riesgo son los siguientes:
El cuadro siguiente presenta un panorama del tipo de drogas más usadas hoy día y de sus efectos posibles.
Adicción a medios electrónicos Hoy día hay acuerdo generalizado en que los serios problemas de adicción no se limitan a los de la dependencia de sustancias químicas tales como en los casos de alcoholismo y drogadicción. La «adicción electrónica» presenta un reto formidable. Por un lado, los iPods, juegos de video, teléfonos celulares, y el internet, nos ofrecen una gama riquísima de posibilidades de información, comunicación y entretenimiento. Por otro lado, esos mismos medios electrónicos resultan ser vehículos muy seductores y eficaces de dependencia y adicción. Los efectos posibles de la adicción electrónica incluyen, entre otros, declinación en la salud física y el sentido de bienestar general, problemas de conducta y deterioro o pérdida de relaciones interpersonales, dificultades escolares y profesionales, y pérdida de empleo. Además, la compulsión a «textear» y a usar constantemente el teléfono celular es causa de muchos accidentes de tránsito. Se calcula que cerca de un diez por ciento de la población—niños, jóvenes, adultos—tiende a volverse adicto a los medios electrónicos. Las personas más vulnerables son las que muestran factores como los siguientes: sufren depresión y baja auto-estima, tienen problemas de relación social, ansiedad, temores y hostilidad, auto-control deficiente, sufren algún grado de Desorden de Hiperactividad y Déficit de Atención, han sido víctimas de abuso, o tienen problemas de conducta compulsiva. Los expertos coinciden en advertir que estas adicciones de comportamiento crean serios riesgos de que se generen problemas físicos y emocionales/mentales. Para identificar la condición de adicción electrónica puede utilizarse una lista de indicadores como la que se presenta a continuación. Alguien puede padecer tal condición si uno o más de tales indicadores se aplican en su caso:
Pornografía Se llama «pornografía» a todo material sexualmente explícito que está diseñado para producir excitación sexual y estimular tipos de actividad sexual frecuentemente degradante, abusiva, humillante, o perjudicial. El material pornográfico se comunica por una variedad de medios tales como videos, revistas, TV cable, sitios de la red, interacción por internet, y sexo por teléfono. La producción y distribución de material pornográfico es hoy día un negocio global gigantesco [11].
El uso ocasional de material porno tiende a convertirse en consumo más y más frecuente y compulsivo. Con el paso del tiempo, las imágenes que producían excitación sexual van perdiendo poder y se busca el estímulo de imágenes más y más explícitas. Los efectos negativos pueden llegar a ser devastadores porque la persona adicta oculta su dependencia del material porno y vive una especie de doble vida. Tiende a perder la confianza de su pareja, teme ser descubierto, limita su energía y su tiempo con relaciones importantes de amistad, trabajo, y otras, lucha con sentimientos de vergüenza y culpa, y puede caer en un grave aislamiento con desesperanza. Como en los casos de adicciones antes considerados, es importante saber identificar indicadores de adicción a la pornografía como los que se enumeran a continuación:
Juegos de azar Los juegos de azar consisten en arriesgar algo de valor (generalmente dinero) en una actividad en la que el resultado se basa en la suerte. Esos juegos—apuestas, loterías, juegos de naipes por dinero, etc.—requieren que siempre haya ganadores y perdedores, y tienden a desarrollar una conducta adictiva y compulsiva [13]. Generalmente se puede notar un cierta progresión en cuanto a la conducta adictiva, como se describe seguidamente en cuatro fases distinguibles entre sí:
La participación compulsiva en juegos de azar de diversos tipos tiene por lo general efectos devastadores sobre la salud mental y emocional, la familia, el trabajo, y otras relaciones. Por lo tanto, puede llegar a identificarse psiquiátricamente como una enfermedad mental crónica. Es importante reconocer los indicadores de adicción a juegos de azar, tanto al servicio de la prevención primaria como al de la secundaria, o sea cuando los indicadores tienden a repetirse en la segunda y tercera fase arriba descritas. Estamos alertas, entonces, a las señales siguientes:
Desórdenes o trastornos de ansiedad Es normal que diariamente sintamos cierto nivel de ansiedad en algunos momentos. Pero cuando no nos podemos relajar, tenemos miedos irracionales, irritabilidad, dolores musculares, pensamientos fuera de control que se repiten, insomnio, o preocupaciones excesivas, es probable que padezcamos lo que se llama «desorden de ansiedad». O sea que, en tales casos, la ansiedad nos abruma y está más allá de nuestra posibilidad de manejo y control de la misma. Se calcula que un 15% de la población sufre desórdenes de ansiedad, los cuales se experimentan de varias maneras. Es decir, hay varios tipos de trastornos de ansiedad, como se presenta brevemente en los próximos párrafos.
Cabe dejar claro, por un lado, que los desórdenes de ansiedad no son reflejo de «debilidad mental» ni de «falta de fe»; por otro lado, como vimos en el capítulo cinco, afectan negativamente tanto a la vivencia de espiritualidad como a sus manifestaciones exteriores. Tales desórdenes no evidencian «debilidad de carácter» sino que son una condición psicológica disfuncional y tratable. Siguen algunos datos útiles sobre la realidad de los trastornos de ansiedad.
Depresión Se considera a la depresión como un desorden afectivo o del ánimo que causa sentimientos de profunda tristeza o desesperanza durante un largo período de tiempo. Puede manifestarse tanto en hombres como en mujeres y en cualquier fase del ciclo vital—niñez, adolescencia, juventud, adultez, o ancianidad. Se estima que no menos de un 15% de la población sufre el cuadro de la depresión en algún momento de su vida. Además, en términos generales, se calcula que hoy día y en cualquier momento dado, no menos del 5% de la población se encuentra en un estado de depresión, más en el caso de las mujeres (un 6%) que de los hombres (3%). Además, se cree que un 25% de las mujeres y 10% de los hombres sufrirán un cuadro de depresión en algún momento de sus vidas. Está comprobado que la depresión es la causa número uno de discapacitación entre las personas que trabajan en cualquier tipo de actividad laboral. Lamentablemente, es bajo el porcentaje de las personas con depresión (tal vez un 30%) que buscan o tienen acceso a un tratamiento apropiado, aunque la depresión es uno de los trastornos mentales que mejor se pueden tratar actualmente. Hoy sabemos que la depresión se relaciona con un desequilibrio químico en el cerebro, pero no está claro aún si eso es la causa o la consecuencia de la depresión. Para muchas personas, la depresión está presente en su trasfondo y sistema familiar; para otras, aquella se vincula directamente con ciertas crisis y pérdidas («depresiones reactivas»). Con frecuencia se deduce que la depresión resulta de la combinación de los genes que heredamos y los eventos difíciles de la vida. Además, otros problemas tales como la ansiedad y las adicciones, pueden contribuir al cuadro depresivo. Algunas personas sufren sólo un episodio de depresión en su vida, mientras que otras tienen varios; hay además un grupo numeroso de quienes padecen depresión crónica, es decir, como una condición que les aqueja constantemente. Cualquiera sea la causa de la depresión, ésta siempre afecta nuestras emociones y sentimientos, ya sea desconectándonos de ellos o creando fuertes afectos negativos de dolor y rechazo. El resultado es que la persona deprimida tiende a retirarse en sus relaciones con la familia, con amistades, y aun con Dios. Suele llamarse «depresión clínica» al cuadro depresivo que se diagnostica psiquiátricamente como tal. Es decir, cuando no se trata de la reacción normal a circunstancias difíciles de la vida, tales como pérdidas graves de diverso tipo, sino de un trastorno o desorden mental. Un diagnóstico de depresión corresponde al caso en que los síntomas duran dos semanas por lo menos y tienden a agravarse. Una persona con varios de los síntomas que aparecen abajo podría estar padeciendo tal depresión clínica, lo cual debe ser verificado y documentado por un profesional competente:
Además de tener en cuenta tales síntomas de depresión, conviene reconocer que ésta ocurre en diferentes formas que requieren diversos tipos de tratamiento. Las más comunes son las siguientes:
Trastorno bipolar Como su nombre sugiere, el desorden bipolar consiste en un grupo de condiciones anímicas en las cuales se experimentan períodos de exagerada energía y euforia, y tiempos de escasa energía y depresión, a menudo alternando bruscamente entre ambos. Para algunas personas, tales cambios pueden ser moderados, mientras que para otras, tales altibajos pueden ser severos. En todos los casos se afecta no sólo el ánimo—emociones, sentimientos—sino también el pensamiento y el comportamiento mismo. Los episodios «bipolares» suelen durar más de una semana. Lamentablemente, estos trastornos o desórdenes tienden a ser condiciones crónicas de toda la vida. Tienen una base biológica fuerte que se asocia con ciertas experiencias en el curso del ciclo vital. Cuando no se los trata a tiempo, pueden dañar seriamente la capacidad de la persona para funcionar y empobrecer su calidad de vida. Quienes sufren el trastorno bipolar corren el riesgo de desarrollar también desórdenes de ansiedad o abuso de drogas, y de suicidarse [16]. Otros problemas médicos asociados con este trastorno son la hipertensión, enfermedades del corazón, y dificultades para mantener el peso adecuado. Se observa que el desorden bipolar afecta por igual a hombres y mujeres, y se estima que ocurre entre el 1% y el 3% de la población adulta en un contexto social dado. Afortunadamente, hoy día contamos con tratamientos médicos efectivos frente a esta enfermedad mental; cuando se accede a tales recursos en forma consistente, es posible no sólo manejar tal trastorno en forma adaptativa sino también seguir adelante con una vida relativamente saludable y creativa. Las formas de tratamiento más comunes incluyen siempre una combinación de medicamentos y psicoterapia. Actualmente, un 30% de quienes padecen el desorden pueden neutralizar los síntomas cuando se cuenta con la medicación adecuada para estabilizar el estado anímico. Tales síntomas son los siguientes:
Demencia Hasta no hace mucho tiempo atrás, en contextos latinoamericanos se asociaba «demencia» con «locura». Hoy día la palabra denota algo diferente; se trata de la declinación generalizada de facultades intelectuales y sociales al punto de interferir seriamente con el funcionamiento de la persona en su diario vivir. En otras palabras, la demencia no se entiende como una enfermedad mental en sí sino más bien como un síndrome (o sea, conjunto de síntomas) causado por otras condiciones patológicas, como ser: enfermedad de Alzheimer, de Parkinson, o de Huntington; esclerosis múltiple, demencia vascular, etc. La demencia siempre incluye problemas con la memoria y, por lo menos, alguno de los síntomas que se identifican a continuación:
La expectativa de vida ha ido en aumento en muchos contextos socio- económicos, aunque no así entre las clases empobrecidas y marginadas. Los avances en las ciencias biológicas y médicas y las posibilidades de alimentación adecuada han estado contribuyendo a tal aumento. No obstante, junto con la prolongación de expectativa de vida se advierte un incremento de la población que padece demencia, cuya ocurrencia se observa especialmente entre quienes tienen más de 65 años de edad. Cabe aclarar de todas maneras que, contrario a lo que a veces se supone, la demencia no resulta simplemente del proceso normal de envejecer. No es por lo tanto la acompañante obligada de las arrugas en la piel, disminución de la agilidad para caminar o correr, y otras señales normales de la llamada «tercera edad». Por eso, precisamente, cuando se detectan ciertas señales de posible demencia es necesario tener acceso a un diagnóstico acertado; por ejemplo, es muy importante distinguir bien entre el inicio de un proceso demencial y un cuadro depresivo (que incluye generalmente síntomas parecidos a los de la demencia). Algunas de las condiciones que causan demencia son reversibles si se detectan y tratan oportunamente (o sea, si se accede a una adecuada prevención secundaria); es el caso de ciertas infecciones, el alcoholismo, y las reacciones a determinados medicamentos. Desgraciadamente, sin embargo, por ahora la gran mayoría de las demencias son progresivas e irreversibles. El desarrollo progresivo de la demencia varía para cada persona, dependiendo de un número de factores tales como la región del cerebro que está afectada y el tipo de enfermedad que ha producido tal demencia. En los casos degenerativos, es decir aquellos donde la condición continúa empeorando, las fases finales del proceso de la enfermedad tienden a mostrar características muy similares: los pacientes pierden autonomía y se vuelven cada vez más dependientes de ayuda para la mayoría de las actividades de su diario vivir. La situación de dependencia creciente de quienes padecen demencia normalmente genera problemas adicionales que es necesario considerar. Por lo general, tales personas no están dispuestas inicialmente a abandonar su independencia. Se comprende que ellas tiendan a resistir los intentos de sus familiares u otras personas para modificar sus condiciones de vida (por ejemplo, ya no poder vivir solas, o manejar sus finanzas, hacer trámites legales, conducir un automóvil, etc.). Y se comprende también que los familiares y otras personas encargadas de cuidar a quienes padecen demencia necesitan atender a sus propias necesidades psico-espirituales [17]. Anorexia y Bulimia Los trastornos relacionados con la alimentación son serios problemas para la salud integral y siempre deben tratarse profesionalmente. Los dos tipos principales entre tales desórdenes son la anorexia y la bulimia, enfermedades que se caracterizan respectivamente por pérdida severa de peso y fluctuaciones drásticas en el peso corporal, como veremos un poco más adelante. Las primeras señales de un desorden de ese tipo son ciertas actitudes y conductas problemáticas frente a la comida. Pero debe tenerse en cuenta que la raíz del trastorno es mucho más profunda de lo que aparece a simple vista. Se trata de maneras disfuncionales o francamente patológicas de responder a fuertes presiones internas tales como las relacionadas con baja auto-estima, sentimientos de ansiedad abrumadora, perfeccionismo, problemas interpersonales, relaciones complejas que incluyen ciertas formas de abuso, o una combinación de ellas. Por lo general se acompañan de depresión, dificultades relacionadas con el dormir, o abuso de drogas o medicamentos. No es fácil, en principio, para la persona darse cuenta y reconocer que tiene un trastorno relacionado con la comida, especialmente en la medida que ha logrado esconder o disimular sus emociones y su comportamiento. De hecho, ella puede estar convencida de que lo que hace o deja de hacer respecto a la alimentación es perfectamente normal y aun deseable, lo cual obviamente complica el cuadro y lo torna más difícil de tratar. Lo que parece comenzar con actos de libertad sobre cuánto y cómo alimentarse, en estos casos pronto se torna en la condición inversa: la persona se vuelve incapaz de controlar su propia actitud y su conducta respecto a la comida y la alimentación. Algunos datos estadísticos nos ayudan a apreciar la magnitud del problema, comenzando con la observación que los trastornos relacionados con la alimentación tienen el más alto grado de mortalidad entre los trastornos mentales; entre el 10% y el 20 % de las personas afectadas eventualmente mueren a causa de las complicaciones que tales desórdenes conllevan. Se estima que en los contextos más socio-económicamente «desarrollados», incluyendo nuestras metrópolis latinoamericanas y caribeñas, cerca del 10% de las mujeres padecen algún grado de trastorno relacionado a la alimentación. Aunque la enfermedad generalmente se manifiesta entre los 14 y 25 años de edad, esos trastornos pueden aparecer en otras fases del ciclo vital, y actualmente han comenzado a afectar a niñas y niños aun menores. Además, los efectos combinados del consumismo y el sexismo parecen ilustrados en estudios que sugieren que las jovencitas suelen tener más temor a «engordar» que al cáncer, una guerra nuclear, o la pérdida de sus padres. Veamos por lo tanto brevemente las dos formas principales de trastornos relacionados con la alimentación. Anorexia nervosa. Se caracteriza por la pérdida severa de peso debido a un exceso en la dieta y/o en el ejercicio físico. Los síntomas principales de este desorden son los siguientes:
Los síntomas físicos por lo general comienzan con el color anormalmente pálido de la piel. Después continúan con sentir frío y cansancio continuamente, pérdida de cabello, pérdida de la menstruación en las mujeres, fatiga, y eventualmente los efectos de la desnutrición (o sea, inanición y caquexia), incluyendo fallas cardíacas o la muerte por desnutrición. Bulimia nervosa. Se caracteriza por fluctuaciones en el peso corporal debido al insumo excesivo de alimentos seguidos de «purgas», o sea la eliminación voluntaria de comida. Los síntomas que comúnmente se observan en este trastorno son:
CONEXIÓN No hay duda de que las situaciones consideradas en la sección anterior requieren atención oportuna especializada. En la gran mayoría de los casos, tal atención deberá ser provista por quienes se hayan capacitado profesionalmente en psicología clínica o en psiquiatría. Hay sin embargo mucho para contribuir desde el campo de la psicología pastoral y la consejería cristiana en particular. Esa contribución corresponde a las tres fases de prevención a que ya hemos hecho referencia en este libro: (a) prevención primaria, promoviendo orientación y guías prácticas para la salud integral; (b) prevención secundaria, con acompañamiento complementario de la asistencia especializada disponible, tanto para los «pacientes» como para sus familias; y (c) prevención terciaria, con acompañamiento en la fase de recuperación y re-orientación, también para las personas afectadas y sus familias. En todas estas situaciones, la psicología pastoral y la consejería cristiana ofrecen algo especial, que es su acercamiento integral a la persona humana en contexto, y su enfoque psico-espiritual. Además ellas pueden facilitar la contribución de la comunidad de fe como posible lugar terapéutico por excelencia. Con esas aclaraciones en mente, pasamos ahora a identificar brevemente ciertas pistas de acompañamiento de cara a las adicciones y trastornos mentales que hemos considerado. Adicciones Todas las adicciones son condiciones de dependencia progresivamente alienantes. Es decir, generan una especie de atadura o esclavitud, como si la persona fuera poseída por una fuerza mayor. En el caso del alcoholismo y la drogadicción, esa dependencia tiene un factor bio-físico-químico particular que compromete seriamente la salud Integral. De ahí que la atención a la dimensión espiritual de esas adicciones deba ser una prioridad, tal como lo descubrieron, por ejemplo, los fundadores del movimiento Alcohólicos Anónimos [18]. De hecho, el programa de los «12 pasos», los que presentamos abajo, se puede implementar de maneras específicas y contextualmente pertinentes en otras situaciones de adicción. Los «12 pasos» también se pueden adaptar como criterios de progreso en procesos de asesoramiento y terapia psico-espiritual.
La conocida «Oración de la serenidad» también es adaptable a un sinnúmero de situaciones de adicción y otras:
Seguidamente, algunas sugerencias sobre cómo podemos acompañar, asesorar, y aconsejar a la persona adicta y a su familia:
Trastornos mentales Hemos constatado que los trastornos o desórdenes mentales son alteraciones complejas que generalmente tienen raíces biológicas. De todas formas nos conviene tener presente una definición sencilla: son condiciones de salud que se caracterizan por alteraciones de pensamiento, afectos, o comportamiento (o cierta combinación de esas tres categorías de conducta) acompañadas de aflicción y/o alguna forma de disfunción o discapacitación. El acompañamiento que podemos ofrecer a quienes presentan indicadores de tales trastornos o desórdenes incluye las pistas siguientes:
APLICACIÓN
Tal como en los capítulos anteriores, hemos mantenido en mente los objetivos que nos propusimos alcanzar en torno al tema del acompañamiento frente a situaciones de adicción y trastorno mental. En este caso pusimos un énfasis mayor en la necesidad de tener un mínimo de información adecuada sobre la naturaleza de tales problemas, los cuales están claramente presentes en nuestros contextos socio-culturales. Además, procuramos profundizar la comprensión de los mismos a partir de una visión del ser humano integral según las bases bíblico-teológicas que fundamentan nuestra labor. Por último, identificamos una cantidad considerable de pistas, en el sentido de guías prácticas de acompañamiento, necesarias para el cuidado y la consejería cristiana y pastoral. Lecturas Recomendadas Howard Clinebell. «La facilitación de la plenitud espiritual: la esencia del cuidado y asesoramiento pastoral». En Asesoramiento y cuidado pastoral. Grand Rapids: Libros Desafío, 1999, págs. 105-136. Edwin Mora Guevara. «Espiritualidad desde la gracia en un programa de tratamiento de droga-dependencias». En Hugo N. Santos, ed. Dimensiones del cuidado y asesoramiento pastoral: Aportes desde América Latina y el Caribe. Buenos Aires: Kairós, 2006, págs. 179-204. René Krüger. Volver del abismo: Un modelo pastoral de abordaje del alcoholismo. Buenos Aires: Kairós, 2003. Jorge A. León. Psicología pastoral de la depresión. Buenos Aires: Kairós, 2002. Pablo Polischuk. «La psicopatología y el pecado; El problema del sufrimiento humano; Los trastornos emocionales y espirituales; La redención y el objetivo del consejo»; y «El ser integral». En El consejo integral: Su ontología, teología, psicología, y praxis. Edición del autor, 2012, págs. 139-210. Pablo Polischuk. «Tratando personas con ansiedad; El tratamiento de personas con depresión; El consejo en situaciones crónicas». En El consejo integral: Su ontología, teología, psicología y praxis. Edición del autor, 2012, págs. 375-433, 561-570.
1. En el judaísmo, el texto de Jeremías es la base de la oración/bendición a favor de refu’ah («sanidad»), en el libro de oraciones (siddur). Tal oración/bendición expresa claramente que Dios es el sanador y salvador responsable principal por el bienestar de su pueblo. 2. II Crónicas 16:12. Cabe tener en cuenta que para ese tiempo la medicina estaba contaminada por la magia; además el rey Asá, según el cronista, quería librarse de un castigo de Dios. 3. Hoy día, además de los «médicos» se incluye por cierto a otros profesionales de la salud mental. 4. Los llamados «libros apócrifos» son parte de la Biblia para la Iglesia Católica Romana y otras tradiciones cristianas, pero no para las iglesias provenientes de la Reforma, tales como las iglesias evangélicas. Aunque el adjetivo «apócrifo» (del griego) significa oculto o secreto, la razón de no incluir ciertos libros en el canon bíblico es que mucho antes de la Reforma del siglo XVI se puso en duda la inspiración divina de los mismos aun dentro de las tradiciones judías. 5. Eclesiástico 38:1-15, Biblia de Jerusalén Latinoamericana (Bilbao: Desclée de Brouwer, 2001), p. 1014. El libro de Eclesiástico o Sabiduría de ben Sirá fue escrito por un escriba judío quien recogió enseñanzas y proverbios en la tradición clásica de sabiduría (a la que aludimos en el capítulo 2). Sin embargo, tales proverbios y enseñanzas datan aproximadamente de los años 200 a 175 antes de Cristo; o sea que el libro es mucho más reciente que los libros sapienciales canónicos (Job, Proverbios, Eclesiastés). 6. En este último verso notamos la correlación directa entre pecado y patología que supone el autor y que ha sido desde muy antiguo motivo de estudio. Aunque hoy día rechazamos la idea de una relación causa-efecto en todos los casos, también debemos considerar ciertas conexiones posibles entre inmoralidad-pecado y enfermedad o trastorno bio-psico- espiritual, como en el caso de ciertas adicciones, por ejemplo. 7. En este capítulo utilizaremos las mismas nociones de salud, salud mental, y trastornos mentales, con que trabajamos en el capítulo 5, «Salud Mental y Salud Espiritual»: (1) Según la sencilla definición de la Organización Mundial de la Salud, la salud puede definirse simplemente como «un estado de bienestar físico, mental y social, y espiritual, y no meramente la ausencia de enfermedad». (2) La salud mental puede caracterizarse como la capacidad de sentir, pensar y actuar en maneras que aumentan nuestra capacidad para disfrutar la vida y enfrentar los desafíos que se presentan a diario. (3) Los trastornos mentales pueden definirse, en pocas palabras, como esas condiciones de salud que se caracterizan por alteraciones de pensamiento, afectos, o comportamiento (o cierta combinación de éstos) acompañadas de aflicción y/o alguna forma de disfunción o discapacitación. 8. Puede hacerse una distinción entre abuso del alcohol y el alcoholismo propiamente dicho. Quienes abusan del alcohol, o sea que beben de manera excesiva o inapropiada, pueden no haber perdido el control sobre tal uso. De todas maneras, generalmente el abuso de bebidas alcohólicas causa serios problemas de salud y también de orden familiar y social. 9. Se calcula que el exceso de alcohol está presente en casi la mitad de todos los accidentes fatales de tránsito. 10. Hablamos de abuso de drogas, ya sea aquellas indicadas por prescripción médica, las de venta libre, o las ilegales, cuando se consumen de maneras no saludables resultando en problemas físicos, familiares, sociales, o laborales. 11. Se calcula que las ganancias anuales a nivel mundial están cerca de los 60 billones de dólares. Más del 10% de los sitios de la red (o sea más de cuatro millones) son sitios pornográficos de diverso tipo. Una cuarta parte de la búsqueda de sitios va destinada a ellos. 12. Se estima que es 11 años la edad promedio de la persona que está expuesta a la pornografía en internet por primera vez. El grupo mayoritario de consumidores de pornografía es el de adolescentes entre 12 y 17 años. Más del 70% de quienes visitan sitios pornográficos son hombres (y cerca del 30%, por lo tanto, mujeres). Se calcula que no menos del 10% de hombres cristianos, incluyendo líderes pastorales y otros, son adictos a la pornografía, y cerca del 4% en el caso de las mujeres. 13. La adicción a los juegos de azar es aún mucho más común entre la población masculina que en la femenina, aunque se advierten cambios importantes en cuanto al aumento de tal adicción entre las mujeres. 14. Véanse las referencias al TEPT en el capítulo 9 de este libro. 15. Atención: cuando alguien contempla la idea de suicidarse, la persona o quienes toman conocimiento de tales pensamientos, deben conectarse inmediatamente con alguien que pueda ayudarle (pastor[a], médico de la familia, consejera, u otra persona o programa disponible). En otras palabras, siempre debemos tomar en serio tal posibilidad así contemplada por quien se siente sin rumbo y sin esperanza. 16. Las personas que padecen el trastorno bipolar corren el riesgo del suicido sesenta veces más que el resto de la población. Sus intentos de suicidio son generalmente mucho más exitosos. La doble causa de esta realidad parece ser el alto costo emocional de las «caídas» desde la euforia maníaca hacia la fase depresiva, junto con el estrés extremo típico que caracteriza a los ciclos maníaco-depresivos. 17. Quienes rodean a la persona con demencia, especialmente en la familia y también en alguna medida en la comunidad de fe, suelen mostrar sentimientos de pena y dolor ante las pérdidas que se evidencian. También revelan a menudo una mezcla de frustración e ira junto con sentimiento de culpa. Otros indicadores del serio desafío que se confronta es el cansancio y la fatiga física y emocional ante las demandas que presenta la condición de demencia; esto suele incluir el cuidadoso discernimiento y la toma de decisiones en las áreas de cuidado médico, vivienda, finanzas, aspectos legales, etc. Puede ocurrir también que se generen conflictos entre lo que necesita la persona con demencia y las expectativas y necesidades de otros miembros de la familia. Por todo esto y más, es indispensable fomentar el cuidado integral—espíritu, alma, y cuerpo—propio y mutuo de quienes ejercen el cuidado. 18. Alcohólicos Anónimos (AA) es uno de los programas más populares y más exitosos en el proceso de recuperación de personas adictas. Comenzó en 1935 con una clara inspiración cristiana que enfatiza la entrega de la voluntad a Dios, la búsqueda comprometida de transformación de la vida y las relaciones, y el servicio y testimonio solidario. Hoy día es una asociación a nivel mundial, con más de 100.000 grupos en unos 150 países. Muchas iglesias y otras comunidades de fe abren sus puertas semanalmente y ceden espacio para las reuniones de quienes buscan alcanzar y mantener sobriedad y un mejor nivel de salud física, mental-emocional, y espiritual. El programa de AA y sus «12 pasos» se ha ido aplicando a otras adicciones también, incluyendo a las consideradas en este capítulo. 19. Los casos de adicción más graves pueden requerir tratamiento intensivo de varias semanas de duración. |