Colección de lecturas
 

PDF Hermanos en Cristo. Fe y doctrina

Artículos de fe y doctrina de los
Hermanos en Cristo


V. El Espíritu Santo y la Iglesia

El Espíritu Santo es una persona divina que coexiste eternamente con el Padre y el Hijo. El Espíritu estuvo presente y activo en la creación, aparece por todo el Antiguo Testamento, y queda revelado más expresamente en el Nuevo Testamento. La vida terrenal de Jesús es la máxima expresión de la vida en el Espíritu. Cuando Pentecostés, el Espíritu Santo vino de Dios para continuar la obra de Cristo ascendido, tal como Jesús prometió a sus seguidores.

La obra del Espíritu Santo
    El Espíritu Santo obra en el mundo, convenciendo de pecado a las personas y conduciéndolas al arrepentimiento y a la fe, guiándolas a la plenitud de la vida en Cristo. El Espíritu Santo es el Consejero que está siempre presente con el pueblo de Dios y que nos recuerda todo lo que Jesús dijo e hizo. El Espíritu Santo es el Espíritu de Verdad que guía al creyente, y que hace de garantía de la herencia eterna prometida en Cristo. El Espíritu Santo intercede por los creyentes de acuerdo con la voluntad de Dios. Auxilia a los hijos de Dios en su necesidad, los limpia y aparta para una vida de santidad, y los capacita para servir. Su presencia se hace eficaz en la medida que la iglesia se manifiesta abierta y sensible a la guía del Espíritu. El Espíritu Santo da dones espirituales a todos los creyentes conforme a su soberana voluntad y sus propósitos. La Escritura enumera una variedad de dones, dados para la edificación de la iglesia y para el ministerio al mundo. El Espíritu Santo guía a la iglesia a elegir a determinadas personas para el liderazgo. La iglesia es responsable de discernir y estimular el empleo de los dones del Espíritu en su vida y ministerio.

La naturaleza de la Iglesia
    Por medio del Espíritu Santo, Jesucristo estableció la iglesia para que fuese la nueva comunidad de Dios, cuyas raíces se encuentran en el pueblo de Dios en el Antiguo Testamento y que da testimonio de la presencia del reinado de Dios en la tierra. Jesucristo es la Cabeza de la iglesia, la comunidad de los redimidos. Su Palabra y voluntad gozan de autoridad entre nosotros. La iglesia está compuesta por todos aquellos que confían en Jesús como Salvador y le siguen como Señor. Nos integramos en la familia de Dios, amando al Señor Jesús y aprendiendo a amar y cuidarnos unos a otros. Somos la comunidad del pacto, que ante Dios y los demás miembros prometemos vivir una vida santa, ser siempre leales con la iglesia, y fomentar la unidad dentro del cuerpo de Cristo. Nuestra manera de concebir de este pacto se expresa en un compromiso con la comunidad, donde se vive la integridad de nuestro discipulado; con la denominación, donde se mantienen relaciones con una comunión más amplia del pueblo de Dios; y con el cuerpo de Cristo en todo el mundo, donde se cumple la oración de Jesús de que todos seamos uno. Las funciones esenciales de la iglesia son la adoración, la comunión, el discipulado y la misión. En la adoración, expresamos de todo corazón nuestra devoción al Señor Dios. En la comunión, llevamos a la práctica nuestro compromiso de amarnos unos a otros. En el discipulado, seguimos la invitación del Señor Jesús a obedecerle y a enseñar todas las cosas que él mandó. En la misión, proclamamos el evangelio a todas las gentes y ministramos a la necesidad humana tal como lo hizo Jesús. Como comunidad pactada, los miembros rendimos cuenta unos a otros de nuestras vidas. Aceptamos los pasos esbozados por Jesús: nos dirigimos primero en privado al hermano que haya pecado contra nosotros; luego, si fuera necesario, volvemos con uno o más testigos; y por último, si fuera necesario, involucrando a toda la comunidad. Cuando la iglesia hace frente al pecado, procuramos hacerlo con compasión y consideración. El propósito de la disciplina en la iglesia es la restauración del miembro de la iglesia que yerra, a la vez que mantener la integridad y pureza de la comunión y del testimonio de la iglesia.

La vida de la Iglesia: Ordenanzas y prácticas
    Las ordenanzas de la iglesia son el bautismo y la Cena del Señor, que han de observarse en obediencia al mandamiento del Señor. El bautismo de creyentes es un testimonio público de que han recibido a Jesucristo como Salvador y Señor y se están integrando en la comunidad de fe. Creemos que el bautismo por inmersión simboliza la sumisión del creyente a Jesucristo y la identificación con su muerte y resurrección. Damos por supuesto que los creyentes bautizados se comprometen al pacto común a todos los miembros, indicando así su lealtad a la iglesia. Jesús instituyó la Cena del Señor y sus seguidores celebramos en memoria de la muerte y resurrección del Señor y en anticipación de su retorno. El pan y la copa representan el cuerpo y la sangre de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. La participación en la liturgia de la comunión simboliza nuestra unidad con los creyentes de todo tiempo y lugar. Hemos de examinarnos a nosotros mismos a la luz de la Escritura antes de acercarnos a la Mesa del Señor. La reconciliación con Dios y con los hermanos y hermanas en Cristo es la preparación esencial para poder participar.

Aparte de las ordenanzas, hay otras prácticas que son aspectos importantes de la vida y el culto en la comunidad cristiana. Consideramos que la práctica de lavarnos los pies unos a otros se basa en el modelo enseñado por Jesús como demostración de amor, humildad y servicio mutuo, que señala más allá de si misma, a todo un estilo de vida. En la vida de la iglesia, la liturgia de lavamiento de pies e una ocasión para la reconciliación, reconocimiento mutuo, y testimonio de la gracia de Dios. La ceremonia de matrimonio cristiano da testimonio del orden y designio de Dios respecto a la unión entre un hombre y una mujer en un compromiso vitalicio de amor y fidelidad. Se pronuncian votos y el matrimonio se celebra en el contexto de la congregación, a la que le corresponde apoyar a la pareja en su vida común. El amor de Cristo —amor de pacto y de sacrificio a favor de la iglesia— y la respuesta afectuosa de la iglesia, constituye el modelo que han de seguir los esposos. La práctica de dedicar a los niños convalida su lugar en medio de la comunidad. La liturgia de dedicación sirve de ocasión para que los padres se comprometan con el Señor en cuanto al cuidado y la educación de sus hijos. Los miembros de la congregación se unen a los padres en el compromiso de orar por los niños y formarlos. El evangelio incluye la curación de los enfermos y la liberación de los oprimidos. La iglesia sigue los patrones hallados en la Escritura cuando ora por los enfermos, les impone las manos, y los unge con aceite en el nombre del Señor. La liturgia de curación divina expresa la fe en que Dios responde al quebrantamiento de la condición humana o restaurando la salud o bien concediendo la gracia necesaria para aguantar el sufrimiento. Cuando se presenta la muerte en la comunidad de los creyentes, el funeral constituye una oportunidad para centrarnos en el Señor resucitado. La comunidad se solidariza con los deudos con compasión. La muerte nos recuerda que somos mortales y que esperamos la resurrección.

La misión de la Iglesia: en relación con el mundo
    Jesucristo comisiona a la iglesia a hacer discípulos entre todas las gentes del mundo. Es vocación de la iglesia compartir el evangelio en cada cultura y estrato de la sociedad. El evangelismo incluye invitar a las personas a una fe que salva en Cristo y a hacerse miembros de la iglesia responsablemente. También es vocación del pueblo de Dios ser una influencia redentora en el mundo, enfrentándose al pecado corporativo y procurando derrotar el mal con el bien. Hemos de ser una voz a favor de la justicia, la paz y la equidad. La iglesia reconoce el papel que ordena Dios en la sociedad para los gobernantes. Como cristianos, intercedemos en oración por el Estado y por los que ejercen autoridad. A la vez, creemos que nuestra lealtad con Cristo y con la iglesia, que trasciende a las naciones, está por encima a la lealtad al Estado. Cierta participación selectiva en los asuntos de gobierno es apropiada para los creyentes siempre y cuando su lealtad con Cristo y con los principios de su reinado queden salvaguardados escrupulosamente, y que el individuo que así participa vea incrementado su testimonio y servicio cristiano. Cristo amó a sus enemigos y llama a sus discípulos a amar a nuestros enemigos. Seguimos a nuestro Señor en la medida que constituimos un pueblo de paz y reconciliación, que está llamado a sufrir y no a la lucha armada. Sin dejar de respetar a los que sostienen otras interpretaciones, creemos que la preparación para la guerra y la participación en la guerra son contrarias a las enseñanzas de Cristo. Asimismo, rechazamos todos los actos de violencia que menoscaban el valor de la vida humana. Al contrario, promovemos toda acción a favor de la paz, el servir a los demás cueste lo que cueste, y todo esfuerzo en el nombre de Cristo en pro de la justicia para los pobres y los oprimidos. Los que siguen a Cristo son extranjeros y peregrinos en el mundo, cuya vocación es compartir la luz de Cristo. En la renovación de nuestras mentes por virtud de la gracia de Dios, nos resistimos a conformarnos a nuestro mundo caído y corroído. El inconformismo nos llama a rechazar el materialismo desenfrenado del mundo, su sensualidad y egoísmo. Al contrario, procuramos expresar los valores del reinado de Dios mediante un estilo de vida modesto y sencillo.

Base bíblica

El Espíritu Santo y la Iglesia. Génesis 1:2; Juan 3:34; 14:16-17, 15:26; Hechos 2; 10:38; Hebreos 9:14; 2 Pedro 1:21; 1 Juan 3:24

La obra del Espíritu Santo. Juan 14:26; 16:7-15; Hechos 1:8; 13:2-4; Romanos 8:26; 12:3-8; 1 Corintios 3:16; 12:1-12; 2 Corintios 6:16-7:1; Efesios 1:13-14; 4:3-12; 5:18; 1 Pedro 4:10-11; Apocalipsis 2-3

La naturaleza de la Iglesia. Mateo 5:13-16; 18:15-35; 20:26-28; 28:20; Juan 1:12-13; Hechos 2:41-47; 15; Romanos 1:16; 2 Corintios 2:5-11; Gálatas 6:1; Efesios 2:19, 22; Filipenses 2:2-16; Colosenses 1:18; 2 Timoteo 2:2; Hebreos 10:24-25; 1 Juan 3:16-19

La vida de la Iglesia: Ordenanzas y prácticas. Mateo 28:16-17; 28:19-20; Marcos 10:1-12; 16:16; Lucas 2:22; Juan 13:1-17; Hechos 2:38-39; Romanos 6:3-6; 1 Corintios 10:16; 11:1-16; 23-34; 15; 2 Corintios 5:1-8; Efesios 5:21-33; 1 Timoteo 5:10; Santiago 5:13-18; 1 Pedro 3:21

La misión de la Iglesia: en relación con el mundo. Proverbios 29:7; 31:9; Daniel 6:1-3, 111; Miqueas 6:8; Mateo 5:13-14,44; 26:52; 28:18-20; Marcos 16:15; Juan 18:36; Hechos 4:18-21; 5:29; Romanos 1:14-15; 12:2; 13:1-4; 1 Corintios 10:23, 31; 2 Corintios 5:16-20; 1 Pedro 2:9-17, 21-23; 1 Juan 2:15-17

 
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